El día 27 de diciembre volví a Leipzig después de pasar 10 días en Oviedo con mi familia. La verdad es que echaba mucho de menos estar tranquilamente haciendo mis cosas y cenando con mis compañeros de piso sin todo el barullo de la familia. Lo que pasa es que, hasta el 4 de enero que llegaban dos de ellos de sus vacaciones de navidad, estaba sola en casa. Tener todo el piso para ti tiene también muchas ventajas aunque les eché algo de menos.
Durante esos días quedé varias veces con un grupo de antiguos voluntarios que se han quedado a vivir en Leipzig y que son muy guays. Uno de ellos colabora a veces en fiestas que organizan en una pequeña casa con un jardincito lleno de chatarra, muebles y otras cosas. Ese sitio hace unos meses era un punto de recogida de cosas que la gente ya no quería en sus casas y donde se podía ir a coger lo que quieras y darle una nueva vida. Luego alguien compró el terreno y ahora es una muy pequeña discoteca y sala de conciertos.
Mis compañeras de piso y yo ya habíamos estado en una fiesta allí, pero resulta que en nochevieja se organizaba una fiesta privada y este grupo de antiguos voluntarios me invitaron a ir con otras dos voluntarias que también estaban en la ciudad por nochevieja.
Fue una noche increíble. La ciudad parecía estar en guerra con todo el ruido de petardos y fuegos artificiales (en Alemania es legal tirar tus propios fuegos y todo lo que quieras, los puedes encontrar hasta en tu supermercado más cercano) que comenzaron ya a sentirse incluso la noche antes. La verdad es que daba un poco de miedo caminar por la calle, pero enseguida nos refugiamos en la casita y bailamos toda la noche.