Terve¡¡ Ya ha pasado algo más de un mes desde mi llegada a Finlandia. Tempus fugit :O ¿Qué hago aquí? Estoy realizando mi SVE en un colegio situado en un pequeño pueblo a 500 km al norte de Helsinki. El colegio alberga un campamento de refugiados de Iraq, Somalia y Afganistán. Quería un año distinto, así que inmejorables ingredientes para empezarlo.
Empecemos por lo duro, el trabajo. Consiste en dinamizar las tardes en el colegio con distintas actividades, ya que el frío y la noche, cada vez más presentes, invitan a pasar el día en casa. De hecho, ahora que lo pienso, creo que ya hemos perdido unas 3 horas de sol solo el primer mes¡¡ Bueno, el caso es que tengo que hacer que estudiantes y refugiados pasen una buena tarde así que realizamos todo tipo de deportes y juegos de mesa. Si, lo reconozco, de duro el trabajo tenía poco.
En cuanto a las mañanas, la mayoría de días durante la semana voy a clases de finés con los refugiados. Venía con la idea de recuperar y mejorar mi inglés pero creo que se va a quedar en idea, ya que la mayoría de refugiados solo hablan (o lo intentan) en finés. Las clases son integras en finés (vain suomea¡¡). Así que imaginaros la situación y mi cara el primer día, y el segundo, y el tercero... Pero como a todo se acostumbra uno, poco a poco ya me voy defendiendo.
A lo que no me acabo de acostumbrar es al horario de las comidas. A las 11 la comida y a las 4 la cena¡¡¡ ¿Os preguntáis porqué esas intempestivas horas?. Pues porque son en el comedor del colegio. Así que si no quieres cocinar y comprar no te queda otro remedio que acomodarte...
El mes finalizó con una semana en la que todos los voluntarios nos reunimos en la ciudad de Kokkola. Una semana distinta para conocer gente de multitud de países europeos con las que pudimos compartir experiencias, bailes y a las que esperamos visitar pronto en distintos puntos del país. Ah y se me olvidaba¡¡¡ También una visita al increíble museo Ártico. Os la recomiendo a tod@s¡¡