¡Hola a todos! Antes de nada, creo que debo presentarme: soy María, tengo 23 años y hace un mes empecé una nueva aventura en Hungría haciendo un Servicio de Voluntariado Europeo.
Estoy viviendo en Nyíregyháza, ciudad de nombre impronunciable, y la asociación en la que estoy se llama Köz-Pont Ifjúsági Egyesület, aún más impronunciable. Si me preguntáis por qué elegí Hungría...ni yo misma lo sé: lo único que tenía claro en el momento en el que solicité esta plaza de SVE es que quería enfrentarme a un nuevo reto, ¿y por qué no hacerlo en un país del que no sabía absolutamente nada?
Ha sido un mes lleno de novedades, especialmente por toda la gente a la que he conocido: mi compañero Nico (del que seguramente leeréis algún post) y el resto de voluntarios SVE que llevan desde agosto en la asociación (Karolina - Polonia, Sopi - Georgia, Kaatje - Alemania, Rubén - España, Lorenzo - Italia, Darya - Rusia y Djana, Vicki - Serbia), además de los co-workers del servicio internacional. En este mes nos ha dado tiempo a formar una pequeña familia, en la que no todo es idílico, pero a pesar de todo tratamos de estar unidos y aprovechar al máximo el tiempo que pasamos juntos.
El proyecto del que formo parte está destinado a la juventud y nuestra labor como voluntarios SVE es, entre otras cosas, hacer clubs (en inglés y español) en colegios e institutos, además de promocionar la movilidad europea (ya sea en eventos deportivos o en eventos más formales, por ejemplo, en la Universidad de Debrecen).
Hasta ahora, lo más sorprendente de colaborar haciendo clubs en colegios en lugares tan remotos como Fehérgyarmat o Pétneháza es ver la reacción de gente que ha tenido escaso contacto con extranjeros a lo largo de su vida, no únicamente los alumnos sino también los profesores. Todavía nos parece cómico llegar a un lugar y que la gente nos mire como si fuéramos extraterrestres; y es que quizás seamos la mayor novedad que ha pasado por ahí en mucho tiempo. Estas reacciones son todo un shock para mí, pero también es una gran oportunidad para relativizar y ver el mundo con otros ojos.
¿Cómo resumiría este mes en pocas palabras? No podría, es imposible. Si algo me ha quedado claro a lo largo de este mes, es que la experiencia SVE no es perfecta, exige mucha flexibilidad y paciencia para poder trabajar en equipo (que no en grupo), también requiere grandes dosis de improvisación y adaptación a la manera de trabajar de los demás, pero también es una oportunidad única para intentar sacar de ti mismo todo aquello que no puedes sacar si te quedas en tu zona de confort esperando a que tu vida cambie por sí sola.
¡La aventura continúa!