Cuando uno decide marcharse le entran muchas dudas, un vértigo atroz y una tonelada de dudas incontestables; Cómo será el país, a quién conoceré, me gustará, se parecerá a lo que me imagino, seré feliz...
Llegué a Malta hace cinco meses. Siguiendo los pasos de un proyecto educativo en el que estaba realmente interesado. Se trataba de trabajar en un centro que brinda asistencia a niñas y niños con diversidad funcional, la mayoría de ellos con autismo.
Tras estos meses aquí, he conseguido ir desgranando y descubrir algunas de las respuestas a esas dudas primarias que amenazan antes de la partida, con resultados desiguales.
Empezaré afirmando que soy enormemente feliz aquí, tanto por la experiencia vital y humana que estoy viviendo como por el proyecto que estoy llevando a cabo. El cual, se desarrolla en distintas áreas, desde salas multisensoriales, hasta terapia con caballos, pasando por piscinas y gimnasios. Y, aunque pueda parecer que las instalaciones sobre las que se trabaja son suficientes y maravillosas para la finalidad del proyecto, tengo la impresión de que también podría sacarse muchísima más utilidad de la que realmente le sacan. Con esto no quiero decir que no se aprovechen adecuadamente estos espacios, sino que, también, podrían dar lugar para hacer muchísimas otras cosas que favorezcan el enriquecimiento educativo de los usuarios. Creo que esa, es de las pocas cosas que tendría que criticar, si se trata de analizar el proyecto desde un punto de vista objetivo y educativo.
Normalmente trabajamos de lunes a viernes y, en el caso de trabajar algún día durante el fin de semana, se nos da un día libre durante la semana. No es una carga excesiva de trabajo y, además, cada cierto tiempo vas rotando por los diferentes programas que hay dentro del proyecto, con lo cual el trabajo se hace menos monótono y rutinario. Además, te permite tener bastante tiempo libre, o compaginarlo con otros hobbies o inquietudes. Por lo que, Malta también me está ofreciendo la oportunidad de conocerme a mí mismo, de relajarme, leer los libros que llevaba tiempo posponiendo y tener el suficiente tiempo para mí como para no saber qué hacer con él.
En total, somos alrededor de unos veinte voluntarios de distintas nacionalidades. Cada uno de nosotros empieza y termina su proyecto en fechas distintas, con lo cual, estás continuamente aprendiendo a decir adiós y teniendo que recibir a gente nueva. Sin embargo, ello no evita que no puedas crear grandes amistades o relaciones. Porque de hecho, se hacen, y es otra de las cosas más maravillosas que esta experiencia te regala; las personas.
Por otro lado, aprender inglés, y verme a mí mismo resolviendo situaciones diarias en ese idioma, me hace sentir enormemente orgulloso de mi mismo, ya que esa era una de las metas que me autoimpuse para esta experiencia.
Así que, en general, sólo puedo tener buenas palabras acerca de este proyecto y esta experiencia, la cual tendría que ser obligada para aquellas personas que quieran vivir y asuman el riesgo que supone crecer y aprender.