Noviembre-Elena Reiriz-SVE en Eslovaquia

¿Sabíais que la expresión equivalente a "me suena a chino" en las lenguas eslavas implica al español? Bueno, en eslovaco es aún más curiosa: "Je to pre mňa španielska dedina" ("eso para mí es un pueblo español"). ¿Se habrán oído hablar a sí mismos?

Escribo esto en los primeros días de diciembre, así que ya puedo decir que sí, es oficial: ¡TENEMOS NIEVE! (perdón, que soy de la costa y me emociono). Realmente hasta ahora sólo ha nevado tres días, pero como se ve que aquí no les va mucho lo de retirarla, seguimos rodeados (no sé para qué se molestan en construir una pista de patinaje sobre hielo cuando vale igual caminar por cualquier calle).
Eso también significa que... hace frío. Ya hemos tenido varios días a bajo cero; de momento se sobrevive (gracias, medias térmicas), pero teniendo en cuenta que ni siquiera es invierno, una se preocupa un poquitín por lo que traerá enero.
¿Pero sabéis qué va muy bien contra el frío? El varené víno, medovina o vianočný punč que venden en los mercados navideños, que empezaron el último fin de semana del mes. He de confesar que yo no soy muy fan de la Navidad, pero la verdad que aquí, con la nieve, los mercados, las luces... es más fácil sentir el espíritu navideño.

 

Luces y mercado de Navidad en Hlavné námestie 

Pero antes de todo esto, cuando los árboles todavía tenían hojas y la luz era dorada, noviembre también me deparó otras aventuras. La mayor fue mi segunda escapada europea: Budapest. Fueron tres días visitando a una amiga de Gijón (y de paso a tres húngaros que conocemos y a otra amiga que casualmente también había escogido ese finde para ir), comiendo tanto platos de allí como cosas que echaba de menos de casa (croquetas, torrijas, frixuelos). La ciudad es preciosa, con un encanto especial que para mí supera a Viena (igual es porque le tengo cariño al Danubio). Subimos a la Ciudadela, el castillo, el Bastión de los Pescadores, fuimos a unos baños termales, al mercado de Navidad... pero lo más memorable tal vez fuese el Zoo Café, donde una cacatúa me robó comida y pude tocar desde conejos y cobayas hasta serpientes y tarántulas (!!!). Por cierto: cinnamon rolls. Unos 30 céntimos en el Aldi. De nada.

 

Foto de rigor al parlamento húngaro // El mayor logro de mi vida 

 

Otras cosa a recordar de este mes fue mi primera visita a una escape room, con motivo del cumpleaños de mi compañera de habitación. Hicimos un duelo entre dos equipos, y aunque os digan otra cosa, sólo perdimos por medio minuto, ¿vale? Resulta que en Bratislava hay más de veinte... ya sé qué hacer en mi cumpleaños.
También fui a una cena tradicional a base de pato, con mis compañeros de departamento de la universidad (otra novedad para mí).

Un plato típico de pato y vino de grosellas // La sala de escape estaba ambientada en la Guerra Fría 

Y el día a día también va trayendo otros pequeños momentos de autosuperación: probar a cocinar nuevos platos, arreglar cosas en el piso o la emoción de hacerte entender en una tienda o cafetería sin tener que recurrir al inglés (aunque te lleve unos segundos de más procesar cuando te preguntan si eso es todo).

Mi patio nevado // Dulces de Navidad eslovacos

 ¡Parece mentira, pero en dos semanas ya me voy a casa a pasar la Navidad! Así que mi próxima entrada será desde allí. Hasta entonces, čaute!!