Tal y como os prometí en mi anterior artículo, os voy a explicar la importancia de disponer de una bicicleta en Copenhague. Antes, debo explicaros alguna formalidad sobre el transporte durante nuestra estancia SVE en Dinamarca. En mi caso, la organización coordinadora o de acogida pone a disposición del voluntario una bicicleta o paga su abono mensual, si es necesario. Esto significa que muchos voluntarios trabajando en zonas rurales o ciudades pequeñas no recibirán abono mensual gratuito sino solo una bici*.
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Puede que para algunos pensar en la bicicleta como único modo de transporte pagado se os haga raro, pero la verdad es que se puede decir que la bici es indispensable y forma parte del paisaje y “paisanaje” daneses. Los sensores instalados en los carriles bici de Copenhague lo constatan: en noviembre de 2016, el número de bicicletas que entraron a la capital superó al de los automóviles por primera vez desde 1970. Lo cual se puede considerar un indicio de la importancia de tener una bici cuando se vive en este país. No solo porque es muy cómoda, sino porque Dinamarca tiene carriles bici en casi toda la totalidad de su territorio, lo que invita a irnos de paseo o excursión a bosques y otras zonas si el tiempo acompaña. El problema viene cuando llega el invierno, con el viento, frío, nieve, lluvia incesante, hielo, niebla, etc. Pero a los daneses no parece importarles: muchos van en bicicleta al trabajo llueva (con traje de agua, obviamente) o haga sol. Además, tienen la facilidad de poder ducharse al llegar si están empapados (muchas compañías disponen de una ducha para sus empleados)
Cuando digo que las bicicletas forman parte del paisaje danés, no estoy exagerando. Las infraestructuras están totalmente adaptadas para bicicletas, no solo los carriles bici sino también los trenes, aparcamientos, escaleras, etc. En los trenes de cercanías (“S-Tog” en danés) es posible transportarla de forma gratuita durante todo el año. Sin embargo, en los trenes regionales (“Regionaltog”, se los suele identificar como Re), metro y autobús hay que pagar, pero el precio no es muy alto. Si además disponéis de una Rejsekort (una tarjeta de transporte público de la que explicaré más en el próximo artículo), el precio baja considerablemente. Aunque los autobuses disponen de un espacio diseñado para transportar bicicletas o carricoches, los daneses harán uso C:/Users/SVE1/AppData/Local/Temp/msohtmlclip1/01/clip_image004.jpg" alt="" hspace="12" width="305" height="406" />de esta posibilidad para su bici en contadas ocasiones y, por lo general, es algo que está mal visto (según me han explicado). Así que si tenéis una bicicleta, montaos en ella y ¡adelantad al autobús!
Como con los coches, en Copenhague también hay horas punta para las bicicletas. Si a esto le añadimos el hecho de que los turistas caminan por los carriles bici sin darse cuenta, el paseo en bici o el camino al trabajo se pueden complicar un poco. No obstante, una vez que os acostumbréis a ello, será coser y cantar. Otro factor importante a tener en cuenta son los personajes a los que yo llamo “bici-vikingos”. Alguien muy acertadamente me dijo una vez que los daneses son personas muy calmadas hasta que se montan en una bicicleta (y no es nada exagerado). Así que, tanto si sois peatones como ciclistas, estad atentos a cualquier bicicleta que se encuentre adelantando a otra en un carril congestionado.
Aunque me guste mucho que la bicicleta forme parte de mi día a día, tengo que reconocer que la mía lleva ya unos meses aparcada en el garaje. Una de las cubiertas no está en muy buenas condiciones y en cuanto empieza a helar por las mañanas no tengo mucha confianza. También he oído decir que los daneses tienen al menos dos bicicletas: una para la primavera y el verano (la de los paseos) y otra para el otoño y el invierno (la de “batalla”). Y no me extraña, teniendo en cuenta las condiciones climatológicas y “de riesgo” a las que se enfrentan los velocípedos dánicos.