El día cinco de octubre, tras una semana llena de planes pre-viaje, llegué al aeropuerto de Santander para coger un avión dirección Bucarest. Rumanía no era un país del que tuviese mucha información (que tampoco es que tenga mucha más ahora que estoy aquí...), pero lo que todo el mundo me decía era: "Ay, es un país precioso, ya lo verás". Así que con esas palabras en la cabeza llegué a Bucarest.
Eran las dos o tres de la madrugada cuando aterrizamos, y así, nada más llegar, tenía que arreglármelas para encontrar un autobús que me llevaría a Constanza, mi lugar de residencia durante los próximos 5 meses.
Al llegar a Constanza me esperaban cuatro caras sonrientes (y cansadas ya que eran las 7 de la mañana...) y con los brazos abiertos. Desde el primer momento encajamos muy bien, y aunque tenemos nuestros más y nuestros menos, lo normal con seis personas compartiendo un piso, estamos viviendo momentos geniales.
Solo tres días después de llegar ya teníamos nuestro primer trabajo: un taller en un instituto de la ciudad. Así que nos pusimos manos a la obra y preparamos una actividad (bastante entretenida en mi opinión, pero qué voy a decir yo si fue nuestra idea...) y quedamos encantados con los resultados. Así que durante el último mes hemos ido haciendo la misma actividad en distintos institutos de la ciudad, y justo hoy hemos empezado otra actividad nueva en la universidad.
Hace dos semanas fue el cumpleaños de Lison, mi compañera francesa, así que a última hora decidimos irnos a Bulgaria, a Varna en concreto, para celebrarlo. Solo nos llevó dos o tres horas llegar en autobús, y fue un fin de semana increíble. Teníamos la terraza más maravillosa del mundo con vistas a la catedral y pasamos los dos días paseando por la ciudad, viendo series tapados con mantas y ¡comiendo fuera de casa sin tener que fregar platos! Definitivamente la mejor forma de celebrar un cumpleaños.
Y por ahora, creo que eso es todo. Nos volveremos a ver por aquí en un mes. ¡Hasta pronto!
Sara Sierra