El mes empezó un poco diferente a los otros, con nuevas rutinas. Mis compañeras de piso y yo empezamos nuestro curso de alemán en la Volkshochschule, una escuela donde hay diferentes cursos disponibles. Además, yo me apunté también a un curso de meditación y relajación en alemán donde me sentía muy cómoda.
Otro acontecimiento destacable fue el concierto de King Krule en Berlín que fue impresionante. Ahí fue cuando empezamos a sentir la amenaza del nuevo virus. El concierto estuvo a punto de posponerse, pero al final salió adelante. Esa semana siguiente nos trajeron al museo geles desinfectantes y en las noticias los casos de infecciones aumentaban. Al principio no lo tomábamos muy en serio, hasta que pocos días después la cosa se empezó a poner fea. El domingo siguiente al concierto de King Krule volví a Berlín a ver a un par de amigos y el ambiente era totalmente diferente. Las calles estaban casi desiertas y la gente parecía mucho más preocupada y distante.
Al día siguiente, el museo donde trabajo cerró, pero seguimos yendo esa semana para limpiar y ordenar. Durante esos días mis padres intentaban convencerme de que volviera a España, de que las cosas estaban muy difíciles y que no se sabía muy bien qué iba a pasar o en cuánto tiempo iba a volver todo a la normalidad. Yo intentaba tranquilizarles y decirles que en Leipzig estaba bien y segura, pero no funcionó. Un día me dijeron que me compraban un billete de avión para volver al día siguiente porque me tenía que ir ya antes de que cerrasen definitivamente la frontera. Fue durísimo para mí irme de un día para otro, hacer la maleta en dos minutos y despedirme de cuatro amigos sin saber cuándo los iba a volver a ver.
Ahora estoy en casa de cuarentena esperando volver pronto a Leipzig, volver a hacer todo lo que me gustaba, ver a todos mis amigos y retomar mi trabajo aún con más ganas.