Sinceramente llevo muchos días dándoles vueltas a esta primera entrada, no tengo muy claro qué contar ni cómo resumir este mes, así que creo que simplemente voy a empezar a escribir y veremos que sale de ahí.
Para comenzar, ya que voy a estar dándoos la chapa durante un año, seguramente debería contaros alguna cosilla básica sobre mí. Me llamo Alba y, como unos cuantos de este blog, soy de Asturias, concretamente de Oviedo y estoy haciendo mi voluntariado en un pequeño pueblito (Eskola) en Finlandia. He decidido meterme en esta locura que parece el voluntariado porque, tras acabar el Grado en Pedagogía, necesitaba un poco de aire y alejarme de la dinámica del estudiante para poder ver un poco en perspectiva que quiero hacer en adelante. Igualmente, siempre me ha encantado viajar y no podía perder la oportunidad de conocer otro lugar, cultura y gente y dedicar un año entero a disfrutar esto y participar en un proyecto que me permita poder ver muchos de los conocimientos recibidos en la carrera de forma aplicada, así como aprender sobre un sistema educativo distinto y, sobre todo, uno con tanta fama como el finlandés.
Hace un mes que llegué a Eskola y a lo largo de este tiempo hemos conocido a bastante gente para lo pequeñito que es este sitio; entre ellas a mi compañera de apartamento, risas y viajes, Silvia (no podría haber tenido más suerte al coincidir con alguien cuya forma de pensar concuerda tanto con la mía). La primera semana estuvimos con un grupo de japoneses que venían a visitar el proyecto del pueblo y aprovechando la ocasión también lo pudimos descubrir nosotras; a continuación os cuento un poquito.
Hasta el año 2010 en Eskola había una escuela pública estatal, pero, debido al número reducido de alumnado, la administración tenía decidido cerrarla. Ante esta situación y negándose a que el pueblo perdiera ese servicio (y el de guardería) para las familias y la vida que daba el centro (ya que es un aspecto elemental para que muchas familias se queden o vayan a vivir allí), los vecinos decidieron oponerse de forma conjunta y mantener la escuela por sí mismos. Para ello decidieron montar un restaurante, como una pequeña cantina, en la que por un precio bastante bueno cualquier persona puede servirse la comida que quiera del menú diario (a día de hoy todos los días van un montón de trabajadores de las fábricas que hay cerca), así mismo hacen servicio de comida o productos a domicilio para la gente mayor (lo que también les permite ver cómo se encuentran estas personas). Este pequeño restaurante al mismo tiempo permite que los niños de la guardería y la escuela tengan comida de mejor calidad, la misma o parecida a la ofrecida para el resto, hecha por una cocinera del propio pueblo. Sin embargo, en Finlandia la educación hasta los 6 años no es obligatoria, así que la asistencia a la guardería de los más pequeños debe de ser pagada por las familias.
No me gustaría acabar esta entrada sin expresar cómo he vivido este primer mes, cuáles son mis sensaciones al respecto. Sin duda ha sido una montaña rusa de emociones. Nos hemos tenido que acostumbrar a unos horarios nuevos (esta gente come a las 11 de la mañana, están locos), espacios, costumbres, comidas, gente, otra lengua (igual en una entrada futura os comento cosas aleatorias y sorprendentes que hacen aquí y no pasan en España). No puedo negar que no haya sido algo durillo en algunos momentos, sobre todo la frustración de no poder comunicarte y entender lo que está pasando (algo que duele especialmente cuando tratas con niños y niñas). Pero bueno, estamos yendo los viernes a un curso de finés, ya llevamos dos clases, así que dentro de un tiempo seguro que parecemos casi nativas (ya me gustaría; Silvia y yo tenemos la teoría de que la forma de hablar de los sims la sacaron del finés). También es un choque bastante grande el pasar de una ciudad a un pueblo, que además tiene malas conexiones (por no decir nulas) y que el único trasporte que tengamos sea bici y tener que depender de que nos lleve alguien en coche para ir a comprar o si queremos coger un tren para ir a algún lado (aunque podemos preguntar para ver si alguien nos puede llevar -pero lo hacemos poco, nos sigue dando reparo tener que pedirlo y depender de ello-), por eso hasta ahora no hemos visitado muchos sitios, solo las ciudades más cercanas: Kannus, Ylivieska, Sievi y Kokkola (también porque esperamos conocer a más voluntarios en la primera formación y aprovechar para ir a visitarles a diferentes lugares). Respecto a echar de menos España y a familia y amigos, la verdad que al principio era todo tan nuevo que no lo pensábamos mucho, pero a medida que nos fuimos asentando es indudable que nos acordamos de cosas y echamos de menos a personas (y también la cercanía de la gente de allí; aquí en general la gente es más independiente, tímida y seca). Pero bueno, con las videollamadas y visitas es fácil ir llevándolo y, de todos modos, siempre podremos usar la sauna de casa como terapia para los momentos de bajona (de verdad, la adoramos; debería haber una en cada casa o por lo menos en la nuestra futura).