Tras las dos semanas en cuarentena a finales de mayo después de volver de España volví al trabajo y a retomar un poco la vida social, dentro de lo posible.
En cuanto al trabajo, estamos todos yendo al museo solo dos días a la semana. La cantidad de visitantes depende mucho del día, pero en general las cifras son muy bajas. Sin embargo, seguimos estando bastante ocupados, ya que tenemos que desinfectar todo constantemente. La verdad es que, por una parte, me alegra un poco que venga poca gente, porque trabajar con mascarilla se hace muy molesto.
El resto del tiempo nos lo pasamos, todo lo que podemos, en los lagos. En Leipzig hay tres lagos principales (Kulki, Cossi y Makleeberg) de agua cristalina y arena que en verano se llenan de gente (pero aun así hay espacio de sobra para estar tranquilo con tus amigos). También se hace mucha vida en la calle, sobre todo de noche, cuando las calles y los puentes se llenan de gente tomando limonada o cerveza con música de fondo. Esto es algo que me encanta de Alemania, porque el ambiente es muy especial. De todas formas, sigo echando mucho de menos las fiestas, que parece que ahora están volviendo a celebrarse con restricciones.
El bajísimo índice de muertes por Coronavirus en Alemania les tiene a todos muy tranquilos, hasta el punto en el que a mí, sabiendo por lo que ha pasado España y como se está manejando la situación allí, me parece que la gente aquí no se lo está tomando muy en serio. Aquí nunca ha habido un confinamiento real, estricto, y la gente sigue juntándose en grandes grupos incluso en zonas públicas, a pesar de estar prohibido, sin que la policía haga nada; o entrando en los sitios sin mascarilla, aunque su uso sea obligatorio.
Todos parecen estar seguros de que no habrá una segunda ola de infecciones, lo cual yo no tengo muy claro, pero espero que sea así. Hasta entonces, yo sigo trabajando lo que pueda, pasando mucho tiempo fuera y buscando trabajo para poder quedarme en esta ciudad cuando finalice el voluntariado!