Malta, Malta, tremenda Malta!! Termina Enero, no se lo que significa periodo de adaptación ya que no me ha dado ni tiempo a plantearmelo, y a falta de haber superado las comilonas de navidad, me toca el equipo de voluntariado con más ganas de hacer reuniones semanales rodeados de comida, porque hay que acudir y aportar. Hablamos de un equipo de entre 15 y 20 personas voluntarias... en un país donde el hojaldre es la hortaliza favorita de la población. La delicatessen estrella es el pastizzi, hecho a base de ricota, pollo o guisantes, y con infinidad de variedades de mayor tamaño, así como bandejas y bandejas de pizza (es lo que tiene vivir al lado de Italia).
Independientemente de su gastronomía, Malta también te sumerge con sus calles y edificios, a épocas pasadas a través de sus construcciones de piedra y murallas, rodeadas por el mar, pero donde sus pequeñas callejuelas entre casas color arena parecen sacadas de cualquier barrio marroquí, sobretodo si se observa desde un pequeño mirador de mi localidad (Marsascala) donde hay una panorámica de un antiguo hotel de lujo abandonado. Sin duda es una isla especialmente fantástica. Aún no he tenido tiempo de descubrir sus maravillosas puestas de sol y playas, ya que vivo en la cara este, pero prometo hacer un enorme reportaje dentro de poco cuando me lance al senderismo para seguir descubriendo su cara más natural, y para deshacerme de toda esta ingesta de riquísima comida.
Dentro de mi programa de voluntariado se trabaja con personas con diversidad funcional y terapias con caballos (nunca pensé que me haría tan feliz asumir funciones de granjera). Al no tener experiencia previa con este colectivo de personas, la toma de contacto fue muy cautelosa, pero es increíble lo que se aprende en tampoco tiempo, y las ganas de seguir aprendiendo que se van desarrollando con el paso de los días y las tareas.