Dos meses y siete días han pasado desde que llegué a este lugar del mundo en el que el tiempo pasa volando sin darse una de cuenta. Dos meses y siete días que se sienten como el doble, incluso el triple.
En diciembre del año pasado, ese año que muchas de nosotras no queremos recordar, decidí por fin materializar la idea de hacer un voluntariado europeo. Tocó el momento de buscar y enviar solicitudes y, al mismo tiempo, la llegada de respuestas. Me debatí entre dos proyectos muy diferentes entre sí, tanto con el ámbito de trabajo como el lugar en el que se realizarían: ambiental/educación y Estado Español/República Checa. Al final decidí coger el segundo: un proyecto de escuela alternativa, educación democrática, en el que pasaré todo un año. Esto conllevó a tener que salir de esa querida zona de confort y enfrentarme a mis miedos, inseguridades y a la temida incertidumbre.
Si os digo la verdad, todo eso duró uno o dos días, esos de antes de marchar donde las dudas se presentan enfrente de ti. Cuando me subí al tren, lloré hasta casi deshidratarme y pasadas dos de las seis horas de viaje hasta Madrid, se me pasó todo. Vigo, Madrid, Viena, Brno... Muchas horas y pasos hasta llegar a donde estoy, estamos, ahora: Tisnov.
Digo "estamos" porque sí, la que está escribiendo soy yo, Nono, una pava galega de 25 años que presentó desde aquí su TFG y que ahora ya se puede decir que es oficialmente profesora de Educación Primaria; pero en realidad, esta historia la están creando las personas con las que me rodeo. Lo que estoy viviendo está siendo posible gracias a las otras 4 chicas con las que vivo, tres de ellas también voluntarias y que se dice pronto pero sí, ya son familia; a las familias de la comunidad educativa, las guías de las escuelas, las y los peques, y a todas las oportunidades (dentro de lo posible teniendo en cuenta esta situación pandémica) que este lugar nos brinda.
Dos meses y siete días en un lugar de la República Checa de cuyo nombre si quiero recordar. Dos meses y siete días en los que ya hemos presenciado y vivido ese paso entre el blanco y el amarillo y verde de las montañas y todo el paisaje en general, el frío y el calor (aunque más el primero que el segundo), el poder estar en las escuelas y tener que vernos a través de una pantalla de un mes para otro, el hacer escapadas prácticamente todos los días al monte, los días de sauna, noches de dormir en el bosque porque no podemos esperar al verano... Y otras muchas experiencias y aprendizajes que no puedo describir ni redactar porque no acabaría nunca.
Veamos que nos depara este mes conocido por ese "aguas mil".