Ya he pasado el meridiano de mi proyecto... con un sabor agridulce. Aquí en Francia la pandemia ha golpeado fuerte y en consecuencia todos los establecimientos culturales (salas de conciertos, teatros, cines, museos), universidades y restauración están cerrados desde noviembre (vamos por el quinto mes y la cosa sigue pintando fea). Teniendo en cuenta que mi proyecto era realizar actividades culturales dentro de la universidad, os podéis imaginar el impacto que estas restricciones han tenido para él.
No os negaré que llegado enero y con la visión de que mi proyecto ya no volvería a ser como al principio, me sentí muy triste y frustrada. Incluso se me pasó por la cabeza abandonar y volver a casa. Por suerte, tengo una tutora maravillosa que me ha apoyado muchísimo y ha estado pendiente de mí para buscar alternativas. Además, ha sido clave para mí cambiar el chip y, en lugar de sentirme mal por todo que no iba a poder hacer, pensar en las nuevas oportunidades que podía salir a buscar.
Por un lado, he dedicado más tiempo a mis clases de francés y a mejorar el idioma con la gente local. No me creo lo que se puede mejorar en un idioma cuando le dedicas tanto tiempo y pierdes la vergüenza a hablar por la calle. La verdad que aquí la gente te ayuda y hacen todo lo posible por hacerse entender.
Por otro lado, he aprovechado a conocer más a fondo el País Vasco Francés con mis compañeros voluntarios. Hemos organizado rutas por la montaña, la playa y visitado pueblos. Uno de los más bonitos ha sido el pueblo de Saint-Jean-Pied-de-Port.
Saint-Jean-Pied-de-Port es un pueblo francés a los pies de los Pirineos. La verdad que es precioso, no lo dejéis de visitar si venís aquí. Como peculiaridad, aquí empieza el Camino de Santiago francés, ya que es uno de los puntos donde confluyen muchos caminos de toda Francia para atravesar los Pirineos. Esta etapa del camino comienza desde aquí hasta Roncesvalles (Navarra), casi 26km. Nosotros nos animamos a hacer una pequeña parte del camino... el paisaje de los Pirineos y sus pueblos son maravillosos.
Aprovechamos este viaje para conocer también Mauleón-Licharre, ya que dos de los voluntarios desarrollan su proyecto ahí. Ellos son voluntarios en una escuela-internado privado de agricultura y vida rural. Ha todos los voluntarios nos ha parecido fascinante su proyecto, y también los hemos envidiado mucho por tener la suerte de estar en medio de la naturaleza y poder realizar tanto actividades con los animales que crían allí como con los niños que están estudiando.
También aprovechamos a hacer una escapada por las montañas de Mauleón. Aquí os dejo unas fotos:
Como reflexión de estos meses me gustaría contaros que ahora mismo, cuando miro al pasado, me arrepiento de no haber tenido antes el valor de realizar proyectos internacionales por miedo a la barrera del idioma e, incluso, a encontrarme sola en un país desconocido. Todo se aprende con trabajo y constancia, además la gente es buena por naturaleza y siempre vas a encontrar a encontrar un apoyo.
¡Hasta la siguiente!
À bientôt !