Pero, como siempre, combatí la tristeza viajando, y entre el final de junio y el principio de julio tuve unas semanas muy musicales: primero fui a Praga a un concierto; desde ahí, catorce horas de autobús después, a Croacia, al festival de música INmusic en Zagreb (más dos días en la costa de Istria, enamorándome un poquito de Rovinj y Pula), y cinco días después, con un gran grupo de voluntarios, al festival Pohoda en Trenčín. Todo fueron grandes experiencias, pero quiero destacar especialmente el último: se trata de un festival muy desconocido a nivel europeo, y la gran mayoría de los asistentes son eslovacos (y de hecho casi todo el contenido está en eslovaco), pero me sorprendió mucho por su nivel de infraestructura, servicios y la calidad de las actuaciones que consiguieron (como reunir a Pussy Riot y el mítico Rodríguez en un mismo día).
Praga, Zagreb y Rovinj // Si algo he comprobado en los festivales es que la gente duerme donde sea
...y una semana después volví a pasar el fin de semana fuera, esta vez con un encantador grupo de la Iglesia Internacional, recorriendo distintas poblaciones de Eslovaquia para ver las iglesias "articuladas" de madera (inscritas en la UNESCO), así como el castillo de Orava (donde se rodó Nosferatu en 1922).
Con tanto viaje os preguntaréis... ¿de dónde sacabas el dinero y el tiempo? ¿Tú no te habías ido a ayudar a la gente y esas cosas, dónde quedó lo de trabajar? Pues resulta que si ahorras tus días de vacaciones y tu no-sueldo durante los primeros meses, sumado a la libertad que te dan tus supervisores hacia el final del proyecto, el final se puede convertir en semejante locura.
Pero después de esto sí que sí dejé de recorrer el país, dejé de tachar cosas de la lista y me quedé quietecita durante las dos últimas semanas, disfrutando del verano en Bratislava, que no ofrece mar (sí "playas" artificiales, pero sin opción para baño, así que ya me contaréis qué gracia tiene) pero sí muchos festivales, conciertos en la calle, baños en brazos del Danubio, picnics en parques y cervezas en terrazas.
Como os podéis imaginar, mis últimos días estuvieron llenos de comidas, cenas, cafés y fiestas de despedida. Sé que de entre los voluntarios yo era una de las que menos ganas tenía de marcharse, porque realmente me creé una vida en Bratislava que me gustaba mucho, descubrí comunidades (algunas de ellas demasiado tarde, como la de baile swing) que me hacían sentir bienvenida, y dejé atrás a buenos amigos a los que fue difícil decir adiós (o, espero, "hasta pronto"). No sólo eso, sino que este año me dio la oportunidad de explorar nuevas facetas de mí misma e intereses para los que antes no tenía tiempo o valor. Pero siempre supe que esto tenía fin, y ahora que llevo una semana de vuelta en casa, con las emociones un poco más calmadas,y ya preparándome para mi siguiente etapa (Alemania, allá voy) sólo quiero dar las gracias: a todos los que hacen estos proyectos posibles, y a todas y cada una de las personas que formaron parte de mi vida durante once increíbles meses.
Y si hay alguien leyéndome que se está planteando esto del SVE, no puedo sino animarlo a probar: será una experiencia inolvidable.
Ahora sí, por última vez... dovidenia!