Cuando llegué aquí allá por octubre, todos me advirtieron que disfrutara el otoño porque cuando llegara el invierno, Pula moría. Es una ciudad de vacaciones, la Benidorm croata, y aunque al principio era incapaz de creerlo (¿cómo una ciudad tan llena de turistas incluso en noviembre puede quedarse vacía?), ahora estoy sufriendo las terribles consecuencias. Menos gente en la calle, menos actividades culturales y solo la promesa de la primavera para el renacimiento de la ciudad.
De todas formas, no todo es malo. El hecho de que haya menos actividades culturales hace posible centrarse en nuestros proyectos personales. De momento estamos preparándonos para pintar un mural en el baño de la asociación y estoy aprendiendo croata a un ritmo lento pero estable. También nos da la posibilidad de inventarnos nuestros propios entretenimientos, como noches de karaoke o cafés de idiomas.
Uno de estos proyectos invernales fue el de la radio. Entre los días 22 y 24 de diciembre tuvimos una emisión radiofónica ininterrumpidamente durante 48 horas. Mi compañera de voluntariado y yo nos encargamos de las noticias diarias: búsqueda, traducción y redacción. Sí, traducción, porque lo que ella locutaba en serbocroata, yo repetía en español. Cada hora durante esos dos días, allí estábamos en directo. Además, no era un proyecto de radio online, sino de radio analógica, con lo que tenía cierto encanto pensar en las viejas radios retransmitiendo nuestras voces.
A pesar del mal tiempo que hemos tenido en diciembre, seguimos explorando la ciudad y los alrededores. El sol de invierno tiene un encanto especial y es agradable descubrir nuevos lugares en bici o hacer pequeñas excursiones en coche como a la ciudad de Portoroz, en Eslovenia.
Al parecer febrero es el mes más cruel, pero no desesperamos. Siempre nos quedará soñar con el mid-term training en marzo en la ciudad de Split, un tema de conversación recurrente en las pausas para café. De momento, nos conformamos con disfrutar de Pula en su silencioso esplendor.