El 8 de mayo viajé hasta Barajas para coger un vuelo a Fráncfort. Llevaba más de un mes intentando buscar la manera de volver, ya que en Leipzig las cosas están más avanzadas que en España y tendría la oportunidad de retomar mi proyecto pronto si volvía. Después de días y días mirando vuelos, hablando con embajadas y viendo que mis vuelos se iban cancelando, encontré una ruta de repatriación no susceptible de cancelaciones con la aerolínea Lufthansa. Al parecer, solo hay dos rutas aéreas que conectan diariamente España y Alemania: Madrid - Fráncfort y Barcelona Fráncfort.
La situación en el viaje era bastante extraña, pero no hubo ningún problema. Me pude colar en el país con el resto de alemanes que volvían a sus casas gracias a mi Meldebestätigung, el certificado de empadronamiento en Leipzig que la organización de acogida nos facilitó en la primera semana.
Hoy es mi séptimo día de cuarentena. En principio iba a tener que aislarme en un piso diferente yo sola, pero finalmente el ayuntamiento decretó la posibilidad de pasar la cuarentena en casa, aún viviendo con otra gente, pero siempre guardando las distancias. Un compañero de piso dejó el voluntariado prematuramente dada la situación (le quedaban apenas dos meses) y ahora convivo con mis otras dos compañeras que han pasado todo este tiempo en Leipzig. Ellas me hacen la compra y, aunque tengamos que guardar las distancias, hablamos constantemente y tenemos ya muchas ganas de hacer planes juntas.
Sorprendentemente no se me está haciendo nada pesado. He aprovechado estos días para mudarme a la habitación que había quedado vacía, mucho más grande y luminosa, para vender ropa que no estaba usando, para seguir estudiando alemán y otras cosas que tenía pendientes.
El día 22 acabo la cuarentena, el día 24 es mi cumpleaños y el 25 vuelvo a trabajar en el museo. ¡Solo queda esperar unos días!