¡Hola de nuevo! Este mes ha volado y parece que fue solo hace unos días cuando estaba escribiendo el anterior blog.... Al ponerme a hacer memoria de lo que me había hecho este mes, tenía la sensación de que no había mucho que contar, pero, la verdad que sí que han pasado unas cuantas cosillas que pueden resultar interesantes.
Voy a comenzar hablando de algo que no resulta divertido, pero que nos podemos encontrar al hacer voluntariado y creo que es necesario e importante que sea honesta y hable de ello. Sin duda, pese a que en este blog me haya enfocado en todas las cosas divertidas e interesantes que hago, no todo es color de rosas.
Durante el primer mes, incluso también el segundo, todavía te sientes un poco aterrizando en el sitio, así que todo te sorprende y todo es nuevo y, aunque alguna cosa te chirría o no te acaba de convencer, lo pasas por alto. Pero a partir del segundo y tercer mes, todo lo que no parecía para tanto empieza a molestarte realmente y no puedes seguir ignorándolo y empiezas a compararlo con tu país o donde vives. Este choque lo he tenido claramente con la forma de ser aquí. En Finlandia buscan tanto ser autónomos e independientes que a veces no puedes evitar tener la sensación de que eso les lleva a ir cada uno va a lo suyo y no mirar o preocuparse en ocasiones por el resto o a hacer cosas juntos (no digo que en España o Asturias seamos perfectos, pero, por ahora, estamos bastante alejados de este formato, aunque me preocupa porque siento que en general a nivel global nos estamos acercando cada vez más a este modelo individualista). Y, lo más triste de todo esto, es que cuando hablas con la gente eres consciente de que no es que les den igual los demás ni prefieran estar siempre solos, más bien es como que están acostumbrados a una forma de actuar en la que no están detrás del resto, más introvertida, donde cada uno se busca un poco la vida y no es tan común preguntarte cómo estás o proponerte cosas (a menos que tengas una relación más cercana), dan por hecho que si necesitas algo lo dirás tú. Es como si les costara hablar de ello o abrirse en ese sentido, como si no supieran o pensaran que igual te molestan si lo hacen. Es algo que me frustra un montón, porque luego le dan mucha importancia a los programas o visibilización de la salud mental, pero se contradicen encerrándose en sí mismo en vez de promover la conexión social y los cuidados en la comunidad.
Todo esto nosotras lo hemos vivido también dentro del proyecto. Hemos estado todos estos meses sin sentir que realmente estábamos aportando al sitio todo lo que podíamos, porque en la guarde básicamente jugábamos, vestíamos y desvestíamos y ayudábamos a dar la comida, pero no participábamos de la organización de las actividades semanales y no íbamos enterando de las cosas en el momento. Y en el cole estábamos sentadas sin entender nada y sin poder ayudar apenas porque no entendemos los libros y tampoco nos hacían participes de la organización de actividades. Así que teníamos una sensación incómoda, como de no llegar a ser parte del sitio, de no estar incluidas. El primer mes lo vimos normal porque acabábamos de llegar, pero a medida que pasaba el tiempo no sentíamos que cambiara, así que finalmente llegamos al punto en el que teníamos que hablar de ello con la gente de aquí, porque no queríamos seguir así. Y tengo que decir, que pese al miedo que nos daba y lo difícil que pueda parecer, ha sido lo mejor que hemos hecho este mes, sin duda. Porque realmente no nos estábamos entendiendo. La gente de Eskola estaba esperando por nosotras para proponer cosas y nosotras que ellos nos dijeran que necesitaban y nos dieran más cosas que hacer. Desde que lo hemos hablado nos están empezando a explicar más lo que hacen y nos han ido proponiendo más cosas que hacer y en las que participar como: organizar actividades para hacer por las tardes con los niños y niñas que se quedan después del cole hasta que vengan los padres; una clase de español que le dimos a los niños el cole; la gestión del proyecto de inmigración, junto con un chico que trabaja de esto, en el cual tenemos que tratar de incluir a los inmigrantes en la comunidad y movilizar algo más esta última y , para ello, vamos a empezar a hacer actividades y un club internacional periódicamente -de hecho ya hemos hecho la p.
Esta situación también la estábamos teniendo con nuestro tiempo libre, no sentíamos que nos propusieran o hiciéramos muchas cosas. Y hacerlas por nuestra cuenta está algo complicado ya que en el pueblo no hay trasporte y dependemos de que nos lleven. Pero, desde que hemos hablado, nos dijeron que no nos cortáramos en preguntar y repetir las cosas todas las veces que sea necesario y nos metieron en un grupo con las mentoras y otra gente y tenemos menor reparo y mayor facilidad para preguntar para que nos lleven si necesitamos comprar o ir a algún sitio.
Además de todo este drama, no me gustaría acabar esta entrada sin mencionar algunas cosas muy buenas que ha tenido este mes tan alocado a nivel emocional. Para empezar, notamos una relación mucho más estrecha con los niños y niñas, incluso con aquellos que se mostraban más recelosas al principio. Ahora vienen a buscarnos para jugar y nos piden ayuda o se muestran cariñosos con nosotras. Realmente es algo muy bonito de vivir y experimentar y, sin duda, nos ha ayudado a sobrellevar los momentos más duros aquí. Asimismo, este mes he ido durante un fin de semana completo a una cabaña con unos voluntarios que viven a media hora de nosotras y la verdad que lo pasé en grande, me encanto volver a verlos después de la formación inicial, disfrutar dando paseos, ir a la sauna e incluso meterme en el lago helado. Además, a la vuelta pudimos conocer el centro juvenil en el que ellos hacen voluntariado y es una pasada. Espero hacerles visitillas de vez en cuando los fines de semana (como hicieron otras voluntarias en años pasados) y contaros más adelante todo lo que tienen allí. Igualmente, el lunes de la semana siguiente, hicimos una pequeña fiesta improvisada por el cumple de Silvia donde probamos pasteles y bebida típica de navidad y unas tartas que estaban riquísimas y nos dieron luces de navidad para que pusiéramos en casa (lo cual hicimos nada más llegar).
Todo esto me ha recordado lo último que quiero destacar y que es seguramente más importante y esencial... ¡¡Por fin ha nevado!! y menos mal, porque sin todas las hojas en los árboles y los colores se veía todo muy oscuro y triste (ya que además ahora oscurece súper pronto, hacía las 3-4). Ahora está todo precioso con la nieve y le da mucha luz al paisaje (y a nuestros ánimos), literalmente ha sacado la niña que llevo dentro, disfruto yo más que los niños y niñas jugando con la nieve y haciendo muñecos. Y, como no, junto con la nieve y a medida que nos acercarnos a diciembre, todo se empieza a llenar de luces y decoración de navidad, haciendo que se vea todo todavía más bonito, si cabe. Creo que no había estado tan emocionada con la navidad en años, vivirla aquí sin duda le da un toque mágico con toda la nieve y la naturaleza, es un lugar idóneo para sentir ese espíritu al 100%. Además, hemos tenido un evento con esa temática para todo el pueblo y está todo decorado con ese toque navideño y también, como primera actividad del proyecto de inmigración, pusimos una zona con postres típicos en España para esta época (hicimos turrón y mazapanes y, no es por presumir, pero lo debimos de hacer medianamente bien porque a la gente les encantaron) y donde los niños y niñas podían hacer y decorar su propia pandereta.
Bueno, parece que, pese a que pensaba que no habría mucho que contar, he escrito unos tochos considerables, así que creo que va siendo hora de ir despidiéndose y recordar lo más importante que he sacado de este mes: no debemos de tener miedo a transmitir honestamente (y asertivamente) cómo no sentimos y a hablar y buscar soluciones si no nos encontramos a gusto con la situación que estamos viviendo en nuestro proyecto.