Con el mismo espíritu con que comenzó hace tres días, a caballo entre lo poético y lo necesario, el VIII Congreso de Escuelas, Departamentos y Facultades de Trabajo Social clausuró ayer sus sesiones de trabajo al aire libre con una escenificación artística y una declaración oficial. «Exigimos políticas públicas que garanticen las rentas mínimas, servicios de atención a la dependencia y una red de servicios sociales que respondan a las necesidades de toda la población. Queremos una ciudad que conozca el trabajo social, que lo utilice, que lo exija, que sea crítica con él y que, al mismo tiempo, lo apoye como una profesión que trabaja con individuos, grupos y comunidades para conseguir un mundo mejor».
Esa es la tajante conclusión de un congreso que tenía como lema 'El derecho a la ciudad' y que la Escuela de Trabajo Social de Gijón, en lo que será, sin duda, su más brillante acto de despedida después de más de 50 años de existencia, cerró con un acto al aire libre, en la plaza de Europa. En él la alcaldesa recogió, no sólo la simbólica 'Llama de la conciencia', sino la real petición de una ciudad «acogedora, integradora, ciudadora, igualitaria y accesible, una ciudad para la infancia, una ciudad de las mujeres, en suma, una ciudad para todas las personas».
Y Paz Fernández Felgueroso respondió al reto asumiendo el diseño de ciudad «de presente y de futuro» que dibujaron los 400 congresistas. Pero fue aún más lejos y aprovechó un pequeño homenaje que congresistas de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla tributaron a los alumnos voluntarios de Gijón para invitar a los andaluces «a volver a Gijón. Tenéis que comprobar la evolución de vuestras peticiones en una ciudad joven y crítica como es la nuestra».
La parte creativa del acto se la repartió la organización y la Escuela Superior de Arte Dramático, algunos de cuyos alumnos realizaron una representación del 'Árbol de los derechos', aquel que nace de las semillas de los deseos. Deseos, por otra parte, que se cuelgan del árbol para que florezcan. El árbol, seco, fue plantado en la plaza de Europa y la simbología indica que «le han de salir brotes verdes» que repercutan en todos los ciudadanos. Así lo recordó María José Capellín en una despedida cargada de recuerdos y de emoción. El congreso ha servido, también, de reconocimiento a sus casi 30 años de directora de la escuela. Y una pincelada de tristeza sí que hubo.