«El cine está muerto, queda la pantalla»

Greenaway, en el patio de la Laboral. /CITOULA
El realizador de culto del cine europeo adelantó anoche en el LEV el futuro del séptimo arte en su 'The Tulse Luper Vj Performance'

«El cine esta muerto, sólo queda la pantalla». No es el eslogan de un adalid antipiratería, sino de un realizador en plena forma. Eso sí, provocador, transgresor y comprometido con un cine en el que prima la música y la imagen sobre una narración inexistente. El realizador Peter Greenaway (Newport, Gales, 1942) estuvo anoche en el el LEV, no con ánimos de hacer amigos «los españoles tenéis complejo de inferioridad desde que perdistéis el imperio», sino de presentar su último trabajo 'The Tulse Luper Vj Performance'. Seis mil imágenes por segundo en sistema multipantalla de 360º en el que el público interactúa, en una «danza sudorosa», como describió el galés su última creación.
Interactividad es el fenómeno clave que marca el deceso del séptimo arte y al que Greenaway pone hasta fecha: 31 de setiembre de 1983, día en el que irrumpió en el salón de estar el mando de la televisión y los televidentes tuvieron la posibilidad de interactuar de forma sencilla con la pequeña pantalla. En esa funesta jornada murió para él el cine aunque, en realidad, ayer en Laboral no dejó muy claro si alguna vez llegó a ser concebido. «En más de un siglo creo que sólo hemos visto imágenes ilustradas», señaló y añadió: «si quieres contar historias mejor dedicate a la literatura. Hoy hay más cine en Second Life que en 'El señor de los anillos' o en 'Harry Potter'».
Pero es que ni el mismo, ni muchos de sus críticos le consideran un cineasta auténtico. «Todavía trato de averiguar lo que soy», señalaba irónico. Para el galés el verdadero arte es la pintura, que tiene más de 80.000 años frente al poco más de un siglo del cine. «Si llegué a director de cine fue por pura casualidad hace algo más de veinticinco años» , aclaró Greenaway que considera al pintor holandés Rembrand, como el primer gran cineasta de la historia.
Durante ese cuarto de siglo el realizador ha firmado alguna de las obras de culto del cine europeo como 'El contrato del dibujante' (1982), 'El vientre del arquitecto' (1987) 'El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante' (1989) y obtuvo nominaciones y premios en festivales como los de Cannes y Venecia.
Ahora todo eso forma parte de las filmotecas. Todos sus nuevos proyectos se centran en sus performances en las que hace de VJ (disc jockey visual) en diferentes espacios («me encanta poder realizarlos en una iglesia como la de Laboral»).
Su obsesión hispánica concluyó ayer con un «saben porque tienen tan malos directores de cine, porque tuvieron grandes literatos». La relación entre uno y otro queda en la portentosa imaginación del transgresor galés.