JAIME LUIS MARTÍN La producción artística de Pablo Armesto (Schaffhausen, Suiza, 1970) resulta sorprendente y difícil de clasificar. Una creatividad desbordante le lleva a experimentar con el grabado, profundizar en el objeto escultórico, enfrentarse a la instalación, comprometerse con el arte-público, ensayar propuestas audiovisuales, además de manifestar preocupaciones arquitectónicas. La exhibición de esta promiscuidad creativa pudiera parecer excesiva sino fuera porque su obra, al margen de la técnica que emplee, sólo se explica como resultado de una intensa reflexión, una mirada del artista a su interior, por inusual en el mundo del arte más de agradecer, que lo aleja de cualquier banalidad y le permite materializar un imaginario propio y diferente.
Formado en la Escuela de Arte de Oviedo donde obtuvo el diploma de Técnico superior en Diseño Gráfico e Ilustración, amplió sus estudios en diversos cursos y seminarios. Pero desde 1997 lleva recorriendo un itinerario expositivo que ha culminado, hasta el momento, con su selección en la muestra colectiva «banquetes_nodos y redes (2008)» exhibida en Laboral Centro de Arte y en el ZKM de Karlsruhe (Alemania). Su trabajo ha sido reconocido con el Premio Astragal (2004), la Beca FIB-Art (2005), la beca AlNorte (2005) y más recientemente con la beca de creación escultórica que concede el Museo Antón de Candás (2007). Precisamente gracias a esta última ha podido gestar esta muestra y afrontar la realización de una pieza que se ubicara en los jardines anexos al Museo.
La exposición refuerza el carácter híbrido de las propuestas de este artista, enredándose, en este caso, entre las líneas xilográficas, escultóricas y arquitectónicos. Y aunque sean diversas las técnicas y materiales empleados consigue desplegar un discurso coherente partiendo de un elemento plástico muy elemental, la línea, para construir una melodía, que entona las reflexiones de Kandinsky pero con diferente tonalidad. En este sentido Pablo Armesto propone una intrincada relación entre distintas disciplinas, comprometiéndose con la identidad y la memoria, reconociendo que la imagen prepotente y sólida ya no se sostiene y es necesaria una reflexión al respecto, aunque esto suponga una mayor incertidumbre e inseguridad.
A las xilografías de una gran belleza, resueltas con la gravedad de las líneas gruesas y los tonos más agudos de las delgadas, se unen las piezas de madera y hierro envueltas en alambre, un trazado que serpentea las esculturas condicionando su visión. Pero el mayor interés reside en la pieza «sofitos», una instalación expresamente realizada para el lugar realizada en madera de avellano que se apropia del espacio y evoca el proyecto presentado en la galería Espacio Líquido (2005), ejecutado, entonces, con tubos de fibra óptica, en el que se entrecruzaban haces de luz de diferentes colores, creando una atmósfera habitable. Ahora, sin embargo, la vivencia se encuentra más relacionada con la tierra y las raíces, rescatando la tradicional construcción con varas, una técnica que el artista actualiza, alterando su significado y creando un recogimiento mágico, subrayado por el empleo de la luz y las sombras.
Estos movimientos de Pablo Armesto evocan la arquitectura, tienden a la universalidad, investigan en lo escultórico, tanto en lo referente a los procesos como a los materiales, pero nunca pierden de vista el emocionado encanto de lo local, aquellos apuntes de proximidad tan ineludibles para situarse en el mercado global.