La casualidad les ha llevado hasta Anantapur. Manuel y Manuela, payaso él y payasa ella, emprendieron hace un mes un viaje por la India con el ánimo de conocer mundo y hacer reír y en el camino se han topado con la Fundación Vicente Ferrer, que empezará con ellos un proyecto pionero que tiene como fin garantizar sonrisas entre los niños enfermos. Después de varios años trabajando en Gijón como clown, acaban de estrenarse en el campus de Anantapur para los más pequeños y pronto lo harán en los hospitales y donde haga falta para hacer la vida al menos más divertida a quienes nunca la han tenido fácil.
Manuela Fernández, gijonesa de 24 años, y Manuel Míguez, extremeño de 25 afincado en Gijón, han hecho del clown su vida y de la animación una profesión que les ha llevado a divertir a los niños en los parques de la ciudad. Eso hicieron a través del proyecto 'Dinamizando parques', que llevó sus actuaciones a espacios verdes alejados del centro, como Tremañes y La Camocha. Pero no es lo único. También han participado en talleres de risoterapia y un sinfín de actividades. Ahora, y por una temporada aún por determinar, cambiarán de escenario.
La pasada semana llegaron a Anantapur tras saber a través de Anna, una compañera de sonrisas y viajes, de la existencia de la Fundación. El recibimiento no pudo ser mejor. La propia Anna Ferrer, conocedora de la llegada de payasos al campus dispuestos a colaborar como voluntarios, quiso hablar con ellos para poner en marcha una idea que desde siempre le rondaba la mente: llevar los payasos a los hospitales. «Los médicos indios son muy serios», asegura la viuda de Vicente Ferrer, que se ha propuesto una tarea nada fácil, «que por cada médico haya un payaso en los hospitales». El objetivo está aún lejano, pero ya tiene un punto de partida. Manuel y Manuela continuarán su viaje unas semanas más y volverán a Anantapur para poner en marcha este proyecto. «Hemos quedado con Anna en hablar con ella cuando volvamos, así que el proyecto va a depender de lo que ella quiera», dice Manuela, entusiasmada con la idea y dispuesta a quedarse el tiempo que haga falta.
Ella, que ya tiene experiencia en animación hospitalaria, sabe que el idioma será el principal inconveniente en esta tarea de hacer reír a los niños enfermos, pero también quiere llegar más lejos y hacer animación para todos los peques e incluso para adultos.
El obstáculo del idioma no será difícil de superar al servirse de un lenguaje universal, el de los payasos, que no sabe de fronteras. Desde su llegada a la India han realizado distintas actuaciones callejeras y la respuesta ha sido insuperable. El público no puede ser más agradecido. En India la vida es difícil y la risa fácil.